samedi 15 octobre 2011

¿Debate de altos vuelos?

El debate alrededor de la prohibición del aborto tal como está contemplado actualmente en Colombia ha sido candente. Tomó fin, o al menos su aspecto legal, el 12 de octubre al hundirse la ley en el senado. Según algunos medios, la altura de los debates es de resaltar. Me sorprende esta afirmación.

Si el debate fue de altura, si se trató de un intercambio de ideas respetable e iluminado, el Senador Enrique Gómez Hurtado fue la excepción a la regla. En una entrevista que le otorgó a la W radio hizo una demostración de miopía misántropa y lógica limitada al afirmar que no existe un mecanismo para poder demostrar una violación, insinuando por lo tanto que las mujeres podrían aprovechar esta imposibilidad como una puerta abierta para practicar abortos de manera legal. Fungiendo de defensor de la moral, el Senador parece querer insinuar que las mujeres que quieren abortar, por cualquiera que sea la razón, irían hasta a inventar una violación para darle la espalda a su responsabilidad.

Creer, durante siquiera un segundo, que una gran parte de la mujeres, por pereza o por debilidad moral, preferirían abortar a escoger cualquier método anticonceptivo es considerar el aborto como un paseo, como un chiste. Creer que las mujeres que buscan abortar usarían el argumento (falsario, según el Senador) de una violación para lograr su cometido es simplemente absurdo.

El caso del ex director del FMI Dominique Strauss-Kahn y de la empleada del hotel Sofitel Nafissatou Diallo es ejemplarizante en este sentido. Independientemente de lo que haya sucedido, el escrutinio del que fue objeto la señora Diallo muestra lo difícil que es de por si asumir el peso de hablar de una violación en las sociedades en las que vivimos.

Pensar que una mujer por facilismo montaría una película sobre una supuesta violación para lograr un aborto es no solo ignorar la dificultad y las consecuencias que existen detrás de una afirmación semejante para las mujeres, es igualmente desconocer que sería mas fácil buscar un aborto ilegal que embarcarse en una pesadilla legal para lograr ‘salir de la responsabilidad que es tener un hijo’ como lo expresa el Senador. Parece que el Senador considerara que las mujeres tienen una mente profundamente enrevesada y que no dudarían en cometer una serie de bajezas para escapar a su destino reproductivo.

El Senador ignora probablemente que la violencia sexual existe y que a veces resulta en situaciones espantosas como la de escoger si se tiene o no la capacidad de portar el feto del autor de tal violencia. A un episodio extremadamente traumático (el acceso carnal violento, como se llama legalmente) se le agrega el trauma del aborto. Parece que la empatía no hace parte de los valores y de la moral defendidos por el señor Gómez Hurtado.

En esta desafortunada entrevista, cierra con esta críptica afirmación: “Soy experto en términos de moral, soy un defensor del orden y el progreso por eso creo que la familia está desapareciendo, con el divorcio se está acabando la estructura fundamental del equilibrio de la sociedad”

Pasando por alto la paradoja que constituye que el Senador se considere un defensor del progreso, parece que el Senador está confundido sobre la naturaleza del debate actual. ¿O trata de insinuar que el divorcio está relacionado con los abortos y las afabulaciones sobre eventuales violaciones?

Es necesario no confundir moral y derechos fundamentales con una concepción limitada de lo que debe ser una familia, un matrimonio. El filtro utilizado por el Senador para analizar las realidades sociales, aparentemente establece una jerarquía donde el divorcio sería un mal peor que una violación, la malformación de un hijo deseado o una condición médica que pondría en peligro la vida de la madre.*

*Este articulo fue publicado En Semana, en Opinion on line.

mardi 8 mars 2011

¿Cómo proteger a la población Libia?*

La ONU viene trabajando el concepto de Responsabilidad de Proteger desde hace varios años. Se trata de una norma de derecho internacional concebida para evitar crímenes atroces como el genocidio, los crímenes de lesa humanidad, los crímenes de Guerra y la limpieza étnica, norma que desde hace unos años avanza lentamente hacia una posible aplicación.

El principio consiste en diferentes tipos de sanciones posibles en caso en que un Estado no cumpla (por omisión o incapacidad) su función básica de defender la vida de sus ciudadanos, sea cual sea el origen de la amenaza que pesa sobre ellos (el Estado mismo, grupos rebeldes, etc.). Las soluciones propuestas por este mecanismo van desde la prevención hasta la intervención militar avalada por la ONU, lo cual explica la lentitud de aplicación de la norma. A pesar de haber nacido de un casi-consenso en la Cumbre de Naciones de 2005, varios factores han enfriado a los países, principalmente en vía de desarrollo, en su empeño de ver el principio aplicado. La intervención de la coalición americana en Irak, la cual en algún punto invocó (sin asideros jurídicos) la Responsabilidad de Proteger, la alta probabilidad que el país intervenido sea un país en vía de desarrollo, y, evidentemente, la posibilidad de que la intervención no solo genere más caos, sino que sea instrumentalizada por ciertos países para desestabilizar un país y generar cambios de régimen favorables a sus proyectos y necesidades (todos estos argumentos siendo ciertos en Irak).

Varios casos han sido leídos bajo el prisma de la Responsabilidad de Proteger: la crisis electoral en Kenia (único ejemplo de su aplicación efectiva y sin recurrir a la intervención militar), el paso del ciclón Nargis en Myanmar, la crisis entre Georgia y Rusia, la crisis electoral en Zimbabue y el final del conflicto en Sri Lanka. Pocos casos relevaban verdaderamente de la Responsabilidad de Proteger, y pocos se ajustaban como se ajusta hoy el caso libio.

El Estado mismo está causando situaciones de violencia e inseguridad que están poniendo en peligro a su población. A pesar de la falta de acceso al país, las pruebas son suficientes para aseverar que el régimen de Gadafi está respondiendo con violencia a las manifestaciones organizadas por una parte de su población, haciendo uso de una violencia desproporcionada, no solo a través de sus fuerzas de seguridad propias sino usando igualmente los servicios de mercenarios que no han dudado en disparar sobre las multitudes a la salida de las mezquitas y sobre grupos de personas manifestando pacíficamente, para citar sólo unos ejemplos.

Gadafi ha demostrado en estos días que su reputación del ‘perro rabioso’ del Medio Oriente no es cosa del pasado y es ampliamente justificada. La pregunta que queda entonces es ¿por qué no se aplica la Responsabilidad de Proteger?

La doctrina sufre de mala reputación a pesar de ser adaptada a situaciones como esta. Tanto los grandes países como los pequeños temen ver a la Responsabilidad de Proteger ‘cayéndoles’ encima por razones de orden público y por lo tanto dudan en ponerla en marcha. Pero se trata de un Estado casi fallido, de un dictador que lleva 34 años desmontando toda estructura que pueda hacerle competencia a su tentacular poder, de una familia que controla un país entero y derrocha sin dudar y de manera ostentosa el patrimonio público (los escándalos de la familia son un secreto a voces). Y ahora en vez de retirarse del poder tan indignamente como lo hicieron Ben Ali y Mubarak (tomando su tiempo, subestimando a su propio pueblo, asegurando el producto de años de pillaje del erario publico), Gadafi ha decidido declararle la guerra a su propio pueblo. Un pueblo que él cree (seguro, no es solo cuestión de subestimar al pueblo o desacreditar el poder de la rebelión, es locura pura) que lo ama y que dará la guerra hasta el ultimo suspiro por mantenerlo en el poder. Una guerra peleada desde el comienzo suciamente, con mercenarios y municiones reales. ¿Qué más prueba se necesita que el discurso de Gadafi mismo en donde promete “purgar Libia casa por casa y […] capturar a las ratas”?

¿Qué espera la ONU para aplicar este principio? ¿Qué falta? ¿Qué le ata las manos a la comunidad internacional?

La Responsabilidad de Proteger es un concepto que de por sí lleva el peso del estigma norte y sur. De la confrontación de los países pobres y ricos, de los que tienen y quieren tener más y de los que no tienen. El espectro de la intervención armada frena los ímpetus, pero finalmente, se trata de un principio de derecho internacional basado mayoritariamente en la diplomacia.

Consiste en una serie de sanciones que ya se le están aplicando a la Libia de Gadafi hoy, como los embargos económicos, militares, políticos, presiones, declaraciones y aislamiento diplomático (la exclusión del Consejo de Derechos Humanos de la ONU),todo ello como preludio a una intervención militar. El problema es que esta amenaza suprema no cumple su objetivo de ejercer presión sobre el líder libio por la simple razón que el Estado libio está demasiado descompuesto como para ser presionado. ¿Qué presión puede representar una intervención militar en la mente enloquecida de Gadafi? Además de ser un viejo zorro en el mundo de la diplomacia y saber que la amenaza de intervención militar es difícil de realizar, Gadafi ya cometió lo irreparable con su pueblo, sabe que de este mano a mano no saldrá bien librado y que probablemente Libia no volverá a ser suya; nada peor entonces que enfrentar un líder, un gobierno que no tiene nada que perder.

Fue el caso con la crisis electoral en Zimbabue en marzo de 2008: Mugabe no creyó en amenazas porque sabía que la comunidad internacional estaba dividida (todo país miembro del Consejo de Seguridad tiene un país amigo dirigido por un dictador) y por el miedo a que una intervención puntual se convirtiera en una invasión de largo aliento. Mugabe se la jugó toda porque posee su país. La democracia estaba (y está) demasiado lejos de la realidad del Zimbabue. Esta doctrina sólo puede funcionar sobre países donde la legalidad existe, donde al menos un semblante de estabilidad institucional se mantiene.

Libia y Gadafi son entonces el desafío supremo para la Responsabilidad de Proteger. ¿Cómo esperar resultados si la amenaza militar no asusta? ¿Si ni siquiera la rebelión del pueblo descascara la alucinación en la que vive este hombre?

Lastimosamente, es muy probable que no sea frente a esta crisis que se vea al fin aplicada esta doctrina, tan esperada después de crisis espantosas como la de Ruanda o Yugoslavia ante las cuales la comunidad internacional se había prometido a si misma que NUNCA MAS permitiría que se repitieran. Es más probable que la situación degenere en una guerra civil acompañada de un caos similar al existente en Somalia y la comunidad internacional tendrá en todo caso que asumir las consecuencias.


*Este articulo fue publicado En Semana, en Opinion on line, pero el link no funciona...