jeudi 29 mai 2008

Murió en su lecho

Muchos colombianos se sintieron embargados por un sentimiento extraño en estos últimos días. Murió Manuel Marulanda Vélez alias ‘Tirofijo’ y nada cambió y nada pasó.
Según las FARC, el guerrillero más viejo del mundo murió tranquilo. No murió en combate, no murió asesinado, no fue un ‘logro’ del ejército nacional, ni una traición interna.
Murió de viejo, de cansancio, de fatiga, de agotamiento o de aburrimiento, lo cual es lo más probable.

Está muerto y Colombia sigue igual. Está muerto y la guerra no se acaba y los secuestrados no regresan a casa y no hay suspiros de alivio y no hay desmovilización en masa (por ahora, por lo menos). Lo único que queda es una profunda desazón. Las FARC emitieron un comunicado a través de Telesur, en el que se atrevieron a contar cómo le llegó la muerte a Tirofijo.

Cuánta tristeza debieron sentir miles de personas, al saber que Tirofijo murió en su cama, en los brazos de su compañera. Cuánta gente a la que le robaron esa posibilidad debió llorar de rabia y de tristeza al oír eso. Tirofijo murió ‘en casa’. Tirofijo no murió solo, no lloró por los que dejaba sin noticias, no sufrió al saber que nunca más iba a verlos o abrazarlos, simplemente expiró, en sus términos, en su cama o su hamaca, con su mujer a su lado.

¿Cómo puede la muerte llegarle de manera tan convencional a una persona que no le dio esa oportunidad a miles de colombianos? ¿Cuántos hombres y mujeres muertos en cautiverio nunca tuvieron esa suerte? ¿Cuánta gente no pudo recibir ese último abrazo?
Según las estadísticas de País Libre, 1307 personas entre 1996 y 2007. 1307 personas que cerraron los ojos con la certidumbre de morir solos. 1307 personas que no pudieron decir adiós. 1307 personas que no pudieron morir de viejos.

No estoy feliz ni celebro la muerte de Tirofijo. No estoy de acuerdo con el gobierno que se atribuye, por razones comprensibles pero absurdas, este ‘logro’. No creo en la venganza ni en la revancha. Pero no puedo evitar sentir esta muerte como una afrenta, una injusticia.

Tirofijo le apuntó a un país más social y falló, le apuntó a una movilización masiva del pueblo y falló, le apuntó a cambiar el mundo y falló (aunque si logró un cambio, pero no para bien sino para mal) y al final le apuntó a una vida burguesa, de abuelo respetable y eso, por fin, lo logró. Tirofijo no murió en su ley, murió en su lecho.